'El juego del calamar': todo por la pasta
El gran fenómeno coreano de los últimos años es una historia de supervivencia con comentario social
Un hombre acosado por las deudas de juego y de quien su ex mujer y su hija tampoco quieren saber nada recibe, de repente, lo que parece una oferta irrechazable para darle un giro a su vida. Un tipo bien vestido y con maletín le entrega en el metro, previa ronda del juego tradicional ddakji, una tarjeta en la que solo hay impresos varios símbolos y un número de teléfono. Este le indica que vaya a un lugar concreto a una hora determinada y allí lo recogerán para participar en un concurso clandestino donde puede ganar más de 450.000 millones de wuones (cerca de 300.000 millones de euros). Lo único que tiene que hacer es ir superando rondas consistentes en diferentes juegos infantiles, pero hay truco: quien pierde, muere.
Con esta premisa, El juego del calamar se convirtió en un éxito totalmente inesperado para Netflix en 2021, cuando el mundo aún vivía en algunos lugares cuarentenas para contener el COVID y, aunque la pandemia debería de haber fortalecido cierto sentimiento de comunidad, lo que se extendió fue un individualismo extremo, un sálvese quien pueda que, la verdad, encajaba bien con lo que los personajes de la serie tenían que pasar. Disfraces, un concurso-reality muy controvertido, videojuegos, muñecos y, por supuesto, premios Emmy y el salto al estrellato de sus actores (sobre todo, Lee Jung-jae y Hoyeon) corroboraron el fenómeno en el que se convirtió la ficción, que continuaba de alguna manera en televisión el gran espaldarazo que supuso para la industria coreana el Oscar a mejor película que ganó Parásitos en 2020.
Al igual que la película de Bong Jong-ho, la serie mezcla tonos, géneros y estilos de interpretación, puede ser muy violenta y desplegar un humor muy tonto al mismo tiempo, y también visibilizó para el gran público la buena acogida que hacía tiempo que tenían los K-dramas fuera de su país. Sus historias mayoritariamente románticas, a veces ambientadas en el pasado y a veces, con toques de ciencia ficción, había conquistado a una audiencia internacional que, no obstante, se amplió mucho más con la llegada de El juego del calamar.
¿Qué tiene la creación de Hwang Dong-hyuk para haber atrapado a los espectadores de esa manera y ser el siguiente fenómeno de Netflix en otra lengua distinta del inglés después de La casa de papel? Su punto de partida, desde luego, es novedoso aunque tenga precedentes, como todas las adaptaciones que se han hecho de El juego más peligroso (o El malvado Zaroff), un relato escrito en 1924 por Richard Connell en el que un cazador profesional se ve, de pronto, varado en una isla en la que el conde Zaroff se dedica a rastrear y atrapar a personas como si fueran animales de caza mayor. Tal vez deberíamos decir que lo novedoso es su brutalidad y la crueldad de su juego: solo puede quedar un jugador en pie, así que da lo mismo que haya personajes que enseguida se conviertan en favoritos de los fans o con historias familiares muy emocionales; si pierden la ronda, son ejecutados.
Y quienes supervisan el juego son igual de crueles. La tesis de la serie se sostiene sobre el desprecio de los millonarios por el resto de la sociedad, por quienes se deslizan por sus márgenes y, aunque lo intenten, no consiguen escapar de la pobreza. Y si lo logran, la humildad de sus orígenes les perseguirá siempre. Para esos organizadores de la competición y para quienes la ven (y apuestan en ella), los jugadores valen lo mismo que un peón de plástico en un tablero barato de ajedrez. No son personas, sino fichas.
Al mismo tiempo, entre los participantes se extiende la sensación de que, si eliminan a algunos de los rivales más fuertes, podrían tener una mejor opción de ganar el premio final, lo que lleva a la desconfianza y a la desunión. Por supuesto, esto es lo que más le conviene a la organización, porque si sus casi 500 jugadores llegaran a unirse, podrían ponerla en serios problemas. Pero esa promesa del dinero y la tensión de saber que en cualquier momento puedes morir saca lo peor de las personas, que están demasiado centradas en sí mismas para darse cuenta de que, al final, el juego está amañado para que ganar sea casi imposible.
A esto hay que añadir que, visualmente, la serie construye un mundo muy atractivo y perfectamente verosímil. La muñeca del escondite inicial ha terminado siendo icónica, y lo mismo los uniformes rosas con las máscaras de los guardias que vigilan que ningún jugador se salga del carril marcado. Los juegos son muy sencillos (uno de ellos consiste en recortar una galleta de azúcar sin romperla), y el contraste entre esa sencillez y que el premio sea sobrevivir otorga una tensión que, probablemente, también resultara crucial a la hora de enganchar a la audiencia. Aparte, en paralelo transcurre otra trama con uno de los guardias que sirve para profundizar ese mundo y para ir afianzando la mitología de esa competición clandestina.
No siempre es sencillo discernir por qué algo se convierte en un éxito planetario. El juego del calamar es muy coreana y, al mismo tiempo, maneja perfectamente los cliffhangers y los revelaciones, y esa sensación de que nadie está a salvo era también una de las razones por las que muchos espectadores veían Juego de tronos. Curiosamente, su protagonista principal, Seong, no es un tipo especialmente simpático, pero sufre tanto durante la temporada, que es inevitable no acabar poniéndose de su lado. También porque sus compañeros de juego, con notables excepciones, son todavía más egoístas y codiciosos.
La serie va a tener, de entrada, dos temporadas más en las que su creador tendrá que lidiar con el dilema de cómo mantener el juego en los capítulos sin caer en la repetición de contar siempre lo mismo, y cómo continuar con esa exploración del mundo en el que algo así puede organizarse sin expulsar a fans que solo quieran ver nuevas pruebas mortales. Es el precio de un éxito tan a gran escala como el que tuvo su primera temporada.
Los datos de la serie
Dónde verla: Netflix.
Temporadas y capítulos: Dos, de nueve y siete episodios respectivamente. Está renovada por una tercera.
Creador: Hwang Dong-hyuk.
Reparto: Lee Jung-jae, Park Hae-soo, Hoyeon, Oh Yeong-su, Gong Yoo, Wi Ha-joon, Anupam Tripathi.
Si quieres más
Leer: Los juegos del hambre, de Suzanne Collins, se ambientan en unos EE.UU. distópicos y totalitarios en los que se celebran unos juegos a muerte televisados.
Ver: Battle Royale, de Kinji Fulkasaku, sigue a una clase de secundaria atrapada en un entorno donde deben matarse unos a otros.
Escuchar: Way back then, de Jung Jae-il, es una de las composiciones de su banda sonora.