'Sense8': todos estamos conectados
La serie de Lana Wachowski es una aventura new age por medio planeta
En 2015, el president de FX, John Landgraf, afirmó que la industria estaba entrando en una época de “Peak TV”, un notable incremento en la producción de series que las situaba en más de 600 en EE.UU. y del que tenían la culpa el interés de canales por cable de lo más diverso por labrarse un nombre y una imagen de marca a través de series propias y, por supuesto, el aún reciente advenimiento de las plataformas de streaming. Netflix llevaba solo dos años estrenando ficciones originales y todavía daba la sensación de que ese apetito por nuevas series facilitaba que otras voces y otro tipo de creadores tuvieran la oportunidad de contar historias distintas en la pequeña pantalla.
Por ese hueco se colaron las hermanas Wachowski, que habían conocido el éxito con solo su segunda película, Matrix, y que después de esa saga se habían centrado en historias de personajes conectados a través del tiempo y el espacio, que se movían en un mundo mucho más vasto de lo que ellos imaginaban, y que no siempre habían atraído la atención del público de la misma manera que las peripecias de Neo y compañía. Una de esas historias acabaría cristalizando en su primera serie de televisión, con la misma ambiciosa escala que sus películas, y que solo una Netflix aún novata en esto podía financiar.
Así nacía Sense8, puesta en pie junto con un veterano guionista como J. Michael Straczynski, que también había creado su propia épica de ciencia ficción con Babylon 5, y que tenía como protagonistas a ocho personas, desperdigadas por diferentes rincones del mundo, que un día se encontraban conectadas a un nivel que resultaba difícil de explicar. Todas tienen sueños o visiones con la muerte de la misma mujer en el mismo lugar y, desde ese momento, adquieren la capacidad de “visitar” a las otras personas con las que están conectadas en una especie de viaje astral, “transfiriéndoles” sus habilidades para aplicar a situaciones complicadas.
¿Suena complicado? Puede parecerlo porque, además, hay un misterioso grupo que persigue a quienes tienen este tipo de conexión, así que todos están en peligro. Pero si están repartidos por Londres, Berlín, San Francisco, Bombay, Ciudad de México, Chicago, Seúl y Nairobi, ¿cómo van a conseguir que no los atrapen? ¿Y cómo pueden descubrir de qué va todo esto y, a la vez, pelear contra ese grupo? Las respuestas a estas preguntas son lo que impulsa las dos temporadas de la serie, que probablemente figure entre las ficciones más caras de Netflix por la manera en la que se rodaba, trasladando a todo el equipo a cada una de las ciudades donde transcurría la trama. De esa manera se podían rodar las escenas en las que veíamos cómo se visitaban unos a otros: cómo, por ejemplo, la coreana Sun Bak “prestaba” sus conocimientos de kickboxing al actor español, afincado en México, Lito.
Esas visitas eran siempre el punto álgido de los episodios porque la interacción entre dos o más personajes de procedencias y personalidades muy diferentes potenciaba el mensaje de conexión que perseguía Sense8. La serie apostaba por mostrar que nada se consigue de manera individual, que solo en conjunto es posible lograr cosas, las que sean. Que no solo eran derrotar a los villanos, sino también ayudar a cada uno de los sensates a mejorar algunos aspectos de su vida. Podía ser que Lito aceptara públicamente su homosexualidad o que el alemán Wolfgang eludiera sus problemas con el crimen organizado, pero todos necesitaban de la ayuda de los demás.
Para que ese lado de la serie funcionara, necesitaba un reparto conjuntado y creíble, mezcla de actores consagrados y otros que todavía no eran tan conocidos. Dio, por ejemplo, su impulso internacional a Miguel Ángel Silvestre, que tiraba de vis cómica como Lito, tiraba de otros colaboradores anteriores de las Wachowski como Bae Doona (El atlas de las nubes) o Joe Pantoliano y hasta tenía a toda una estrella del teatro como Terrence Mann dando vida al principal perseguidor de los sensates. Cada vez que los ocho compartían escena, la serie adquiría una chispa especial.
Porque, ciertamente, la trama a veces resultaba demasiado rebuscada y no todas las historias individuales de sus protagonistas funcionaban igual, pero sus interacciones grupales nunca decepcionaban. Y en ellas tenía una gran importancia el sexo, que para Sense8 era una forma de conexión importante. Lo que uno sentía, se trasladaba al colectivo con la misma intensidad, y el tratamiento de esas escenas, en su momento, resultó bastante rompedor. La sexualidad de sus personajes no se mostraba como algo monolítico y cerrado y, al mismo tiempo, iba más allá de la clásica heterosexualidad cis.
Al fin y al cabo, entre los sensates había una hacker trans con novia (interpretada por Freema Agyeman) y Lito tenía un novio más que formal (Alfonso Herrera). Todas las relaciones sexuales que se mostraban en la serie eran entre personas adultas que participaban con pleno consentimiento, que las disfrutaban y para las que significaban un momento de mayor conexión con la otra persona, o personas. En 2015, llamaron enormemente la atención y, probablemente, también lo harían ahora, cuando parece haber surgido una tendencia que cuestiona cualquier escena de sexo en cualquier obra de ficción, sin pensar qué función cumple dicha escena.
Sense8 podía ser, a menudo, un caos que bordeaba lo insoportable, pero tenía cierto encanto para unos fans que consiguieron que, a pesar de que Netflix la canceló en la segunda temporada, tuviera una tv movie que cerraba las tramas. El pensamiento a lo grande de Lana Wachowski, que se encargó en su mayor parte de ella después de que Lilly la abandonara para centrarse en su proceso de transición, queda plasmado en todos los planos, incluso aunque algunos episodios queden en manos de otros directores con los que ya había trabajado antes, como Tom Tykwer (guionista de El atlas de las nubes y uno de los compositores de la banda sonora de la serie) y James McTeigue (director de V de Vendetta, producida por las Wachowski).
Los datos de la serie
Dónde verla: Netflix.
Temporadas y capítulos: Dos, de diez y doce episodios cada una.
Creadores: J. Michael Straczynski, Lana y Lilly Wachowski.
Reparto: Bae Doona, Tina Desai, Jaime Clayton, Miguel Ángel Silvestre, Tuppence Middleton, Max Riemelt, Brian J. Smith, Naveen Andrews.
Si quieres más
Ver: The Matrix Resurrections, de Lana Wachowski, es la cuarta película de la saga, tiene pequeñas apariciones de unos cuantos actores de Sense8 y, además, también maneja su concepto del amor como algo capaz de trascender el espacio, sea cual sea.
Leer: El atlas de las nubes, de David Mitchell, cuenta varias historias entrelazadas en diferentes tiempos y lugares. Las Wachowski lo llevaron al cine en 2012.
Escuchar: What’s up?, de 4 Non Blondes, es la canción que une a todos los personajes más de una vez.
Una de mis series favoritas. Coincido en que a veces resulta algo rebuscada y demanda mucha atención al espectador, algo a lo que quizás no todo el mundo está acostumbrado, pero los personajes y los actores convierten a esta serie en oro.
En mi opinión, Netflix ya no hace series de este calado.