'Samurai de ojos azules': mía es la venganza
Antes de 'Shôgun' ya teníamos una serie con occidentales en Japón
En el discurso de agradecimiento del premio BAFTA a mejor película de animación para Pinocho (y en el del resto de galardones que la cinta se llevó en 2023), Guillermo del Toro afirmó que la animación no es un género en sí, sino un medio para hacer arte que estaba listo para dar el siguiente paso. Si se echa un ojo a la trilogía de Spider-Man: un nuevo universo y a Arcane, está claro que ese paso ya se está dando, sobre todo en televisión (o en streaming), y Samurai de ojos azules es otro buen ejemplo. El año pasado fue la gran revelación de los últimos meses para Netflix, soprendiendo con una historia que, salvando las distancias, se adelantaría a la obsesión por Shôgun que llegaría en el primer trimestre de 2024.
La ficción es una clásica historia de venganza que podría haber estado protagonizado por alguno de aquellos pistoleros sin nombre de Clint Eastwood: Mizu es una joven que vive en el Japón del siglo XVII, en un momento en el que el emperador decidió cerrar el archipiélago a cualquier influencia externa y los occidentales que estuvieran allí corría grave peligro. Que Mizu sea hija de una japonesa y un inglés que la violó la sitúa como una paria; los niños de su pueblo la insultan llamándola demonio porque, además, tiene unos ojos azules que los asustan, y ella crece escondiéndose como un chico e intentando pasar desapercibida.
Pero, mientras tanto, en su interior se va forjando una creciente rabia que cristaliza en unos deseos de venganza que la consumen. Su única razón de vivir es encontrar a los cuatro ingleses que estaban en Japón en el momento de su concepción, averiguar cuál de ellos es su padre y matarlos a todos, en una sangrienta vuelta de tuerca a Mamma mia! De hecho, ese punto de partida, más las influencias de Kill Bill, el spaghetti western, Mulan y el cine de samurai más clásico conforman el esqueleto de la serie.
La génesis de la ficción, sin embargo, está en algo mucho más personal para sus creadores, Michael Green y Amber Noizumi, como es que su hija tenga, precisamente, rasgos orientales y los ojos azules. Lo que actualmente puede no ser más que una curiosidad, es un trauma imposible de superar para Mizu en ese Japón encerrado en sí mismo y receloso, cuando no directamente hostil, a todo lo que venga de fuera. Así que, para buscar a esos hombres, viaja de pueblo en pueblo vestida con ropas masculinas, con unas gafas de colores que ocultan sus ojos e intentando ser lo más invisible posible. Aunque, si surgen problemas, tiene la suficiente destreza con la espada para salir indemne de ellos. O mayoritariamente indemne.
Samurai de ojos azules sorprendió en su momento porque Netflix apenas la había promocionado y se sabía poco de ella, y porque la animación, a cargo del estudio francés Blue Spirit, estaba más próxima a una serie de acción real que a un anime al uso. Las peleas (de las que hay unas cuantas, y son muy violentas y espectaculares) parecen traídas directamente de la escuela de Hong Kong (o de Tigre y dragón) y no están ahí simplemente porque molan; en todas ellas hay algo que Mizu debe aprender o que avanza su desarrollo como su personaje.
Además, dejan bien claro el precio que está dispuesta a pagar por lograr su venganza: la muerte, si es necesario. Pero la suya, no la de nadie más. Su camino transcurre paralelo al de un samurai que quiere, a su vez, vengarse de ella por haberlo deshonrado (lo venció en combate delante de sus compañeros) y de una mujer noble cuyo padre quiere prometerla al que podría ser el nuevo shôgun. Los tejemanejes y traiciones políticos, la codicia y el intento de labrarse un camino propio en un mundo rígidamente organizado son, igualmente, importantes para el devenir del objetivo de Mizu.
Samurai de ojos azules es de esas series que consigue aunar forma y fondo. Lo que cuenta, y cómo lo hace, puede ser interesante, pero juega un importante papel en ello el envoltorio visual a su alrededor. El periodo Edo de Japón está recreado tirando de mucha documentación histórica, y el nivel de detalle se aprecia, sobre todo, en el vestuario de los personajes. Los kimonos de las mujeres son ciertamente espectaculares y todos obedecen a la posición social de quien los lleva. Lo mismo ocurre con los interiores de los edificios o con la recreación de la ciudad de Edo, la más grande e importante en aquellos años.
La espectacularidad de las peleas o de ciertas escenas no abruma a lo que importa, que es ese viaje de Mizu y si existe una posibilidad, por ínfima que sea, de que abandone un deseo de venganza que solo va a traerle destrucción y más dolor. Pero su vida ya ha estado llena de desgracias, así que, ¿qué más da un poco más si consigue aquello con lo que lleva soñando desde que, de niña, descubrió lo que eran el miedo y el odio?
Los fans de Shôgun no se van a arrepentir de darle una oportunidad porque, simplemente, es una buena serie. Había quien la describía como la hija bastarda de Kill Bill y Mulan y es una buena descripción, pero solo ofrece una parte de lo que es. Casi puede trazarse también cierto contacto con Sin perdón y ese pistolero retirado que vuelve a la acción para vengar a unas prostitutas, y acaba buscando su propia venganza, solo para darse cuenta de por qué había colgado antes el revólver.
Los datos de la serie
Dónde verla: Netflix.
Temporadas y capítulos: Una, de ocho episodios. Está renovada por una segunda temporada.
Creadores: Amber Noizumi y Michael Green.
Reparto (voces): Maya Erskine, Masi Oka, Kenneth Branagh, Brenda Sond, George Takei, Darren Barnet, Randall Park.
Si quieres más
Leer: Lady Snowblood, de Kazuo Koike, es un manga sobre una asesina que busca venganza contra quienes acabaron con toda su familia.
Ver: Yasuke es una miniserie animada inspirada en un personaje histórico, un africano que acaba siendo samurai.
Escuchar: Battle without honor or humanity, de Tomoyashu Hotei, fue popularizada por Kill Bill pero suena también en la serie.
Esa serie me dejó una sensación de pena por la protagonista. Es una angustia que crece a medida que uno avanza en la serie por el sufrimiento de Mizu. Quedaron muchos cabos sueltos para la segunda temporada que ni idea de cómo lo pueden resolver. Siento que eso definirá realmente si la idea de esta serie es buena o no tanto.