'La monja guerrera': entre el cielo y el suelo
Aventura sin complejos sobre la clásica lucha contra las Fuerzas del Mal
Entre el cielo y el suelo no hay algo con tendencia a quedarse calvo. Lo que hay, en realidad, es una orden de monjas soldado entrenadas para impedir que demonios de todo tipo campen a sus anchas por la tierra y cuya líder es Areala, la monja guerrera cuyas armas provienen directamente de un arcángel y que, en cada generación, elige a una nueva avatar humana para continuar con su misión. Esta historia salió de la mente de Ben Dunn a finales de los 90, publicada como un cómic casi de exploitation que, sin embargo, armaba a su alrededor una mitología que era perfecta para crear una serie a partir de ella.
Ahí entró el guionista Simon Barry (que había pergeñado una notable historia de viajes en el tiempo en Continuum) y apareció La monja guerrera, que aterrizó en Netflix en el verano de 2020 como parte de una estrategia de estrenos de series de fantasía orientadas al público juvenil que aquel año incluyó también Ragnarök, Maldita o Locke & Key. La sinopsis era sencilla: Ava es una joven huérfana paralizada en un accidente. Muere el día de su 18º cumpleaños y acaba en una morgue debajo de una iglesia, con tan mala suerte que le cae encima la hermana Sharon (a la sazón, la monja guerrera) en combate con un demonio que la mata. Su espíritu, sin embargo, se traslada al cuerpo de Ava, que no solo resucita, sino que es ahora la nueva monja guerrera.
Ava, sin embargo, no quiere saber nada del tema y se dedica a huir (por media provincia de Málaga) mientras las otras integrantes de la Orden de la Espada Cruciforme están envueltas en sus propias intrigas con el Vaticano y con una empresa que está desarrollando un portal que podría tener unas consecuencias desastrosas, y no solo porque utiliza las mismas reliquias que necesita Areala para derrotar a los demonios que la persiguen.
Las dos temporadas de la serie se enfocan a un objetivo muy claro: que Ava acepte su destino como cazadora monja guerrera y entrene con la Orden para enfrentarse al gran Mal que está detrás de todos esos demonios que aparecen por aquí y por allá. Es un viaje del héroe que se complica porque Ava ha pasado casi toda su vida confinada a una cama en un orfanato, por lo que ahora que ha recibido una segunda vida, quiere aprovecharla al máximo. Su proceso de aprendizaje sobre quién es ella realmente, qué es lo que la motiva y cuáles son sus principios (y si tiene algún sentido del deber) es crucial para que, al final, acepte convertirse en la gran esperanza de la Humanidad.
Pero también tiene que vivir sus días de fiesta y desenfreno con un grupo de chavales que se dedica a okupar durante el verano casas de ricos que se van de vacaciones y, al mismo tiempo, aprender de sus compañeras en la Orden lo que representa para ellas vestir los hábitos y, al mismo tiempo, ser soldados. Ahí resulta muy importante la hermana Beatrice, una joven inglesa de buena familia, que ayuda a Ava en su entrenamiento mientras, a su vez, lidia con sus propios conflictos entre su identidad y las reglas de la Orden.
Porque, por supuesto, Ava asume su rol como Areala. La primera temporada se centra en ese camino a afrontar su destino y a darse cuenta de que está llamada a algo mayor que ella misma, mientras se da cuenta de que los peligros no vienen solo del inframundo, sino que hay intrigas y luchas por el poder dentro de la Iglesia que también son una amenaza. Los villanos de la serie lo son más por la arrogancia que les hace creer que están por encima del Bien y del Mal y que merecen estar en una posición de poder. Y luego están los que, por amor, no saben cuándo tienen que parar.
La monja guerrera son aventuras con la clásica Elegida en su centro, con reliquias mágicas, demonios que quieren traer el Apocalipsis y gente dispuesta a sacrificarse para salvar el mundo. Ofrece entretenimiento sin mayores pretensiones y, si a alguien le parece risible que haya una orden de monjas guerreras, la serie ya deja claro que existían los monjes militares de la Edad Media. Sin embargo, el fandom ruidoso y fiel que se congregó a su alrededor, sobre todo, en su segunda temporada se debía en gran parte a la relación entre Ava y Beatrice.
Obligadas a esconderse de sus enemigos durante buena parte de esos episodios, los tintes románticos que va adquiriendo su amistad convirtieron a La monja guerrera en una de las series favoritas de los shippers de Tumblr y de Twitter, y también la situaron en el centro de una intensa campaña para que Netflix la renovara. Sus seguidores estaban preocupados porque la plataforma había cancelado otros títulos de fantasía protagonizados por mujeres, y con temática LGTBI, como La primera muerte y Destino: la saga Winx, y temían que La monja guerrera corriera el mismo destino, como sucedió.
La campaña continúa en marcha (hasta hay una valla publicitaria en Los Ángeles sobre ella, al estilo Wynonna Earp) con la esperanza de que otra compañía rescate la serie, aunque las posibilidades son escasas. Al menos, ha aumentado la visibilidad de una ficción que es menos mamarracha de lo que suena y que da aventuras sin avergonzarse de quién es.
Los datos de la serie
Dónde verla: Netflix.
Temporadas y capítulos: Dos, de diez y ocho episodios, respectivamente.
Creador: Simon Barry, basado en el cómic de Ben Dunn.
Reparto: Alba Baptista, Kristina Tonteri-Young, Tristán Ulloa, Olivia Delcán, Joaquim de Almeida, Sylvia de Fanti, Emilio Sakraya.
Si quieres más
Leer: Black Magick, de Greg Rucka y Nicola Scott, sobre una bruja que intenta huir de su destino.
Ver: Wynonna Earp, serie sobre la heredera de Wyatt Earp y la maldición que pesa sobre ella de devolver al infierno a 77 demonios asesinados por su antepasado.
Escuchar: I am not a woman, I’m a god, canción de Halsey que suena en la serie y que se incluye en su disco If I can’t have love, I want power.