'Efectos secundarios': la conspiración de la salud
Un hongo casi mágico está en el centro de esta peculiar serie animada
Si de repente se encontrara un remedio natural que significara la curación de multitud de dolencias, cuando no de todas, ¿qué haría la industria farmacéutica? ¿Se lo quedaría para sí, garantizando que solo ella pudiera beneficiarse económicamente de él? ¿O intentaría borrarlo de la faz de la Tierra? Al fin y al cabo, la volvería un negocio inútil porque, si ese remedio es capaz hasta de resucitar a los muertos, ya no harían falta sus medicamentos. Pero la cosa iría más allá; las repercusiones de semejante hallazgo podrían llamar la atención incluso de los círculos más elevados del poder.
Ahora supongamos que dicho remedio (un especial hongo de un azul bastante radioactivo) lo encuentra un micólogo aficionado paranoico, fumeta y con afición por las tortugas, cuya mejor amiga del instituto trabaja, precisamente, para una de esas compañías farmacéuticas perennemente en busca del siguiente principio activo que patentar para mantener sus beneficios. Así es como tenemos Efectos secundarios, uno de los estrenos más peculiares de 2025 incluso para el currículum de dos de sus productores, Mike Judge (responsable de Beavis y Butt-head) y Greg Daniels (The Office).
La peculiaridad de la serie viene por la mezcla de ellos y sus dos creadores, Joseph Bennett (cocreador de una serie de culto como Scavengers reign) y Steve Hely (veterano guionista de comedias como 30 Rock o Veep). Uno aporta un estilo animado muy particular, con desvíos hacia lo lisérgico cada vez que vemos en acción a los hongos, y un tono conspiranoico muy setentero, mientras el otro lo insufla todo de lo cómico que es ver a gente incompetente intentando dar el mayor golpe de sus vidas.
Más que gente incompetente, es gente que se adentra en un terreno que le queda muy grande. Y que tiene objetivos personales que van contra los de las otras personas que se lanzan a la caza de Marshall y su preciado hongo azul. Ninguna de ellas está pensando en la salud de sus congéneres o en la posibilidad de que sea un hallazgo revolucionario para la medicina; les mueven propósitos mucho más espurios y egoístas. Son como versiones extremas del William S. Burroughs que muestra la película Queer: alguien totalmente obsesionado con probar la ayahuasca, lo que le lleva a adentrarse en las selvas más peligrosas de Sudamérica, y no solo por los animales salvajes que las pueblan.
De hecho, la peripecia de Burroughs nos pone sobre la pista de una de las inspiraciones de Bennett y Hely a la hora de crear su serie: la figura de María Sabina, sabia mazateca ducha en los rituales de sanación con psilocibina, elemento químico presente en algunos hongos que les otorga la cualidad de ser “mágicos” o “alucinógenos”. Era una tradición de ese pueblo mexicano que se había pasado de generación en generación durante siglos, y que los occidentales, por llamarlos de algún modo, no conocieron hasta la década de 1950, cuando R. Gordon Wasson viajó con un fotógrafo hasta allí para conocer a Sabina, probar los hongos y escribir sobre su aventura para la revista Life.
Lo que siguió fue una popularidad tal de Sabina, que su pueblo se llenó de extranjeros y hippies que querían experimentar el viaje lisérgico de la psilocibina, lo que le granjeó la animadversión de quienes habían sido sus vecinos. Wasson acabó considerado un pionero de la etnomicología mientras la sabia mazateca era considerada casi una paria en su tierra por haber compartido su saber con “el hombre blanco”.
Efectos secundarios tiene algo de esa certeza de que Occidente estropea todo lo que toca en lugares que han vivido apartados de él, con sus propias costumbres y tradiciones, y que solo sabe relacionarse con hallazgos como el hongo azul desde lo mercantil y lo práctico. La serie lo observa todo con cierta distancia, lo que le permite reírse un poco de todo el tinglado que se monta para atrapar a Marshall. Tras él van no solo las farmacéuticas, sino también la DEA (la agencia antidroga estadounidense), convencida de que es una nueva droga que hay que erradicar, y otros micólogos que quieren arrogarse el descubrimiento para sí mismos. O quieren quedárselo solo para su uso. Existen, también, trazas conspiranoicas porque esa farmacéutica establece un trato con la DEA para que le “ayude” en su destrucción de la seta, y la red de agendas cruzadas es tal, que da para pequeños momentos de humor.
Uno de ellos lo suele aportar el dúo de agentes encargados del caso, Harrington y Copano, a quienes conocemos bailando al son de Harry Belafonte mientras están de vigilancia de un sospechoso, y que van siguiendo sus órdenes mientras, conforme avanza la trama, comienzan a sospechar que algo más turbio está ocurriendo por encima de sus inmediatos superiores. Son dos de los mejores hallazgos de la serie porque aportan un descreimiento que viene bien en medio de la persecución a la que se ve sometido Marshall.
Efectos secundarios es un buen ejemplo de esas otras series animadas para adultos que no son variaciones sobre Padre de familia, y que sacan provecho del medio para, por ejemplo, mostrar las alucinaciones que crean los hongos cuando entran en acción. O exagerar los rasgos físicos de los personajes más colgados, de aquellos cuyo cerebro solo funciona si está bajo los efectos de alguna “droga natural”. Casi podríamos describirla como la versión más extrema de un episodio autoconclusivo de Expediente X, de aquellos que mostraban el lado oscuro de las instituciones y del gobierno. La desconfianza actual hacia ellas es toda la inspiración que la serie necesita para seguir adelante.
Los datos de la serie
Dónde verla: Max.
Temporadas y capítulos: Una, de diez episodios. Está renovada por una segunda entrega.
Creadores: Joseph Bennett y Steve Hely.
Reparto (voces): Dave King, Emily Pendergast, Mike Judge, Martha Kelly, Joseph Lee Anderson.
Si quieres más
Leer: Vida de María Sabina. La sabia de los hongos, de Álvaro Estrada, cuenta la historia de la chamana mexicana a través de la que el mundo occidental conoció los hongos alucinógenos.
Ver: Dopesick cuenta cómo la farmacéutica Purdue contribuye a crear la crisis de los opiáceos que sufre Estados Unidos.
Escuchar: Jump in the line, de Harry Belafonte, es la canción que bailan los dos agentes de la DEA al principio de la serie.