'Battlestar Galactica': el estándar de los remakes
La reimaginación de la vieja serie de los 70 contó como nadie el mundo tras el 11-S
Todo esto ya ha pasado antes y volverá a pasar otra vez. Inicialmente, era una frase que se dice al principio de Peter Pan, cuando se ve a Peter sobrevolar Londres en busca de Wendy. Cuando se repite en el inicio de Battlestar Galactica adquiere unas connotaciones bastante más inquietantes porque la humanidad acaba de ser arrasada por una raza de seres robóticos llamados cylones que ella misma creó décadas atrás. En el mejor estilo de las historias de rebelión de las máquinas, estos cylones evolucionaron, se rebelaron y, como rezaban todos los episodios de la serie en sus primeros compases, tenían un plan. Este incluía perseguir a sus creadores hasta el exterminio y, para ello, contaban con unas armas secretas que se presumían infalibles: cylones de apariencia humana que, como los replicantes de Blade Runner, podían ser más humanos que los originales.
Todas estas claves, más otras dadas por el contexto histórico en el que tuvo lugar su desarrollo, marcan el remake de una vieja serie de finales de los 70 creada para intentar aprovechar el éxito de Star Wars: sus protagonistas eran los supervivientes de ese ataque de los cylones a las Trece Colonias humanas, que huyen a bordo de la Estrella de Combate Galáctica en busca de un planeta mítico, la Tierra, que debe de ser su salvación. Su creador era Glen A. Larson, famoso más tarde por El coche fantástico y Magnum, entre otras, que insufló a la historia de subtexto mormón y que intentó, sin éxito, que la serie fuera un poco más seria de las aventurillas ligeras que la cadena buscaba.
Aquella Galáctica, Estrella de Combate fue cancelada tras su primera temporada (aunque tuvo una continuación igualmente poco exitosa, Galactica 1980) pero, en el afán por recuperar viejos títulos que empezó a sacudir Hollywood a principios de los 2000, era una historia demasiado jugosa para dejarla dormir el sueño de los justos. Así entraron en juego el canal Syfy (cuando aún se llamaba Sci Fi y emitía varias series de la saga de Stargate) y Ronald D. Moore, un guionista que venía de las ficciones de Star Trek y estaba frustrado de no poder contar historias con más matices de lo habitual en Espacio Profundo 9. Además, Moore recibió el encargo de reimaginar la vieja serie de Larson pocos meses después de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono del 11 de septiembre de 2001.
Esa fecha, y las consecuencias que tuvo en la política estadounidense bajo el mandato de George W. Bush, fue determinante en que la nueva Battlestar Galactica terminara siendo una mirada hacia el mundo creado tras el 11S, el de la invasión de Irak, la “guerra contra el terror” en Afganistán y la búsqueda incesante de Bin Laden, mucho más acertada que la que podían mostrar otras obras más realistas. No podían evitarse las connotaciones de enfrentarte a un enemigo que es físicamente exactamente igual que tú, de tener a un jefe militar y una presidenta que están constantemente midiendo hasta dónde se puede ejercer un control total de los supervivientes, repartidos en varias naves que siguen a Galáctica en ese viaje a la Tierra en el que, en realidad, nadie cree, de saberse perseguido por unos cylones que jamás se cansan… Si Babylon 5 había demostrado, casi una década antes, que una space opera podía tratar temas como la respuesta de la comunidad internacional a la guerra de los Balcanes, Battlestar Galactica lo llevaría varios pasos más allá.
Por ejemplo, en ella no había extraterrestres de maquillajes exóticos (condición que puso uno de sus protagonistas, Edward James Olmos, para unirse al proyecto), estaba rodada con un estilo más cercano al documental, con cámaras en mano e iluminación realista (inspirada en Urgencias según el propio Moore), y sus personajes no tenían una categorización tan fácil entre héroes y villanos. La mejor piloto de la flota, Starbuck, era impulsiva, con problemas con la autoridad y demasiado aficionada a la bebida, y una de las cylones humanas infiltradas entre los humanos, Número 6, empezaba a interesarse demasiado por sus emociones. La serie hasta arrancaba cada episodio con un contador de cuántos supervivientes continuaban el viaje.
El arco que mejor define lo que era Battlestar Galactica está al principio de la tercera temporada, cuando los humanos se asientan en un planeta que bautizan Nueva Caprica, solo para que los cylones lo invadan y establezcan un régimen de ocupación. Las tácticas de la insurgencia iraquí contra la invasión estadounidense, y la caída de Saddam Hussein, estaban muy presentes en esos capítulos, que también incluían alusiones a los campos de concentración nazis. Y todo se trataba desde una óptica que planteaba más preguntas que daba respuestas y llevaba a su protagonistas al límite de lo soportable.
Durante su emisión, entre 2003 y 2009, Battlestar Galactica siempre fue más una serie adorada por los críticos que de éxito popular, aunque la miniserie y sus dos primeras temporadas tuvieron una buena acogida en Syfy. Conforme fue avanzando, se fue volviendo más oscura y desesperanzada hasta alcanzar su nadir en el punto intermedio de la cuarta temporada, que se cierra con un devastador plano secuencia que, por culpa de la huelga de guionistas de 2007/08, hasta pudo haber sido su final definitivo anticipado.
Es una de las series cumbre de aquel renacimiento de la ficción televisiva impulsado, primero, por Los Soprano (y, en otro nivel, por Buffy, la cazavampiros) y consolidado por la cosecha de 2004 que vio los estrenos de Perdidos, Mujeres desesperadas y la muy longeva Anatomía de Grey. Aquellas series estrenadas fuera de HBO se atrevían a mezclar géneros, a serializar sus tramas, a presentar personajes mucho menos heroicos y de una pieza de lo habitual y fueron, también, el último momento en el que las cadenas en abierto estadounidenses tuvieron algo parecido a la hegemonía en la popularidad y las nominaciones a los Emmy.
Battlestar Galactica explotó al máximo la capacidad de la ciencia ficción para hablar de asuntos muy serios del mundo real y hasta adelantó muchas de esas reacciones furibundas ante los cambios de género y raza de personajes muy conocidos cuando se atrevió a convertir en mujeres a protagonistas del original como Starbuck, Boomer y el presidente de las Colonias. Dejó cuatro temporadas que se tomaban completamente en serio su punto de partida, que no dejaba de ser un genocidio, y allanó el camino para que Moore acabara teniendo, algunos más tarde, su gran éxito con una adaptación literaria que mezclaba la ciencia ficción y el género romántico: Outlander.
Los datos de la serie
Dónde verla: SkyShowtime.
Temporadas y capítulos: Una miniserie de tres episodios y cuatro temporadas de entre 13 y 23 episodios.
Creador: Ronald D. Moore, basada en la serie original de Glen A. Larson.
Reparto: Edward James Olmos, Mary McDonnell, Jamie Bamber, Katee Sackhoff, James Callis, Tricia Helfer, Grace Park.
Si quieres más
Leer: Yo, robot, de Isaac Asimov. Cualquier obra posterior con androides tiene como piedra de toque esta colección de relatos que incluye las famosas Tres Leyes de la Robótica.
Ver: Blade Runner (1982), de Ridley Scott. Los cylones están muy influenciados por los replicantes de la clásica película con Harrison Ford.
Escuchar: Prelude to war es una de las composiciones de Bear McCreary para la segunda temporada de la serie, una que huye de la épica y las trompetas para ambientar un enfrentamiento abierto entre Galactica y la nave Pegasus.